¿Cómo reducir la pérdida de aprendizajes?

SEÑOR DIRECTOR:

Los estudiantes norteamericanos perdieron en total seis meses de horas de clases presenciales debido a la pandemia durante 2020 y 2021. Según el Banco Mundial, eso significa una pérdida promedio de 6 meses de aprendizaje. Esta cifra es más del doble de lo que fue en países como Bélgica, Holanda y Alemania, y el triple de lo perdido por China. Además, la cifra esconde desigualdades típicas de los promedios. Si bien todos los estudiantes contaban con clases online en ese periodo, el efecto de estar sin clases presenciales es aún mucho mayor en los más vulnerables. Es un huracán educacional nunca visto, y cuyo ojo pega aún más fuerte a los estudiantes de familias más desventajadas.

El Plan de Rescate Americano anunciado por Biden, es un plan de 130 mil millones de dólares y a 3 años. Escalando a la población estudiantil de Chile, equivale a dedicar 8 mil millones de dólares. Es un monto similar al de toda la deuda acumulada por CAE.

Debido a la pandemia, hasta diciembre 2022 los estudiantes de Chile ya llevaban perdido prácticamente más de un año y medio de clases presenciales. Es un enorme terremoto. ¿Qué podemos implementar para reducir la pérdida de aprendizajes, o al menos para no seguir aumentándola?

Roberto Araya

Instituto de Educación y CIAE

Universidad de Chile

Tutorías: una respuesta al terremoto educativo

SEÑOR DIRECTOR:

Coincidimos con la carta de Roberto Araya publicada el sábado, que destaca la profundidad de la crisis educativa producto de la pandemia y la urgencia de tomar medidas. Como grupo interdisciplinario lanzamos un estudio para Temas de la Agenda Pública de la UC que pretende aportar en esta línea.

Planteamos las tutorías escolares -instrucción individual o en grupos pequeños realizada por docentes, otros profesionales de la educación, voluntarios o apoderados- como una estrategia para complementar la labor de las escuelas, acelerar los aprendizajes y recuperar lo perdido. Además de lo académico, las tutorías tienen un factor socioemocional importante, pues hay evidencia sobre el impacto del vínculo entre tutores y estudiantes en su desempeño integral.

El programa de tutorías anunciado por el Mineduc es una gran oportunidad. Nuestro artículo reúne evidencia útil para este proceso, basándonos en la experiencia en Chile y el mundo. Planteamos construir una infraestructura para tutorías, que logre sinergias entre el gobierno, la academia y la sociedad civil, focalice el programa en los más necesitados y aproveche la tecnología para automatizar procesos. Recomendamos partir este semestre con un piloto para aprender y escalar.

Tal como señaló Roberto Araya, atravesamos un terremoto educativo, y necesitamos soluciones. Queremos reforzar este mensaje, no solo la profundidad de la crisis, sino también destacar el sentido de urgencia que requieren sus respuestas. No podemos esperar más. En este contexto, las tutorías son una estrategia costo-efectiva para abordar los efectos de la pandemia y acompañar los esfuerzos de recuperación y reactivación de los niños, niñas y jóvenes más afectados.

Verónica Cabezas, Facultad de Educación UC

Francisco Gallego, Instituto de Economía e Instituto para el Desarrollo Sustentable UC y J-PAL

Susana Claro, Gobierno UC

Francisca Koppmann, UC

María Paz Monge, J-PAL LAC

Marigen Narea, Psicología UC

Paulo Volante, Educación UC

Necesitamos un rescate educacional de proporciones

Por Roberto Araya, Instituto de Educación y CIAE, Universidad de Chile

La pandemia provocó un enorme terremoto con miles de muertes. Ha sido una pesadilla de olas tras olas que no parecían terminar. Pero un mega terremoto genera un tsunami. Hay rumores que es un tsunami educacional. ¿Será comparable a otras urgencias del país, como el cambio climático, la corrupción, la calidad de la salud, las bajas pensiones y la delincuencia?

Llevarlo todo a plata nos supera. La vida humana no se cuenta con monedas. Una alternativa es comparar con años de vida. Intentemos una estimación gruesa, que, aunque puede no ser exacta, nos permite dar cuenta de la magnitud del problema.

Nuestros estudiantes han estado casi dos años sin clases presenciales. Pero hay abundante evidencia que dejar de asistir a clases provoca menos años de escolaridad. Una de las primeras estimaciones proviene de un experimento natural en 1990 en Bélgica. Fue una huelga de profesores francófonos de un tercio de año. Sus estudiantes terminaron con casi un año menos de escolaridad que el resto. Así, los dos años de inasistencia por la pandemia se traduciría en Chile en cerca de 5 años menos de escolaridad. Además, la escolaridad afecta la esperanza de vida. Evidencia en EEUU desde el año 1960 indica que un año menos de escolaridad provoca casi 2 años menos de esperanza de vida. Es decir, si no recuperamos las clases, los estudiantes terminarán con cerca de 10 años menos de vida. Dados los cerca de 3 millones de estudiantes que están en los niveles preescolar a cuarto medio, esto se traduciría en 30 millones de años de vida perdidos. No son 30 pesos, ni 30 años. Son 30 millones menos de años de vida.

¿Qué tan dramático es esto? Existen diversas estimaciones en términos de pérdida de años de vida para los desastres provocados por el cambio climático, la corrupción, la calidad de la salud y seguridad social y la delincuencia. Pero antes de la pandemia estábamos sólo a un año de la esperanza de vida de Finlandia, el país reiteradamente más feliz en el Reporte Mundial de Felicidad. En el mejor de los casos, mejorando, con educación incluida, lográbamos ganar un año de vida para los 20 millones de chilenos. Claramente el tsunami educacional es mucho mayor que todo el resto.